Patones, el pueblo de las leyendas

Entre los pueblos de Madrid, uno destaca por su leyenda que ha contribuido a crear su mito: Patones. Se han difundido muchas leyendas en torno a Patones, casi todas con escasa o nula base documental, pero una constante repetición ha conseguido convertirlas en hechos probados.

Patones se halla a 60 kilómetros de Madrid, en la cuenca del Jarama y en el noreste de la provincia. Se encuentra a 832 metros de altitud y su población no llega a 500 habitantes. A mediados de los años 50 del siglo XX, los vecinos comenzaron a asentarse en la parte, Patones de Abajo, y paulatinamente el pueblo de arriba fue quedando abandonado y casi en ruinas por la irregular calidad de sus construcciones.

En los últimos años, Patones de Arriba ha salvado su soledad gracias a una poderosa oferta hostelera y gastronómica (en verano y durante los fines de semana la afluencia resulta masiva). También viven allí artistas y amantes de la vida rural.

Las leyendas:

El Rey de los Patones es la leyenda más popular. El ilustrado Antonio Ponz escribió la historia en su libro «Viaje de España» (1781). Ponz relató que Patones era un reino hereditario de mil años por lo menos. Después, el romanticismo del siglo XIX agrandó la leyenda llegando a afirmar que la autoridad del rey era acatada por varios miles de pastores y campesinos.

No obstante, el famoso rey Patones era una suerte de un vecino de similar condición al resto que asumía algunas funciones. El cargo pasó a ser hereditario, pero en el XVIII los patones pidieron al duque de Uceda el nombramiento de un justicia que sustituyera al supuesto rey. Así, consiguieron alcalde pedáneo y alguacil propio. Con Carlos III, Patones pasó a ser independiente y el singular rey fue sustituido por un alcalde común.

Otras leyendas populares hablan sobre los pueblos perdidos durante la ocupación árabe de la Península Ibérica y sobre el origen del nombre de Patones.

La visita:

Hay que pasear por las calles empinadas de Patones de Arriba, entre sus edificaciones de piedra y pizarra oscura y su entorno rodeado de tinadas y eras con su suelo de pizarra recordando su pasado ganadero.

Además, hay que detenerse en la Iglesia cuyo permiso de construcción fue solicitada al arzobispo de Toledo en 1653; la Ermita de la Virgen de la Oliva, en las afueras del pueblo, dentro de la Dehesa del Pontón de la Oliva;   la vieja presa de El Pontón de la Oliva; el canal y presa de La Parra; el puente sobre el Jarama; y los restos del Canal de Cabarrús.

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